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Ángel Ossorio comenta el cuadro de José Carralero “Llega el silencio”

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Llega el silencio de José Carralero

Llega el silencio de José Carralero

El Profesor de Bachillerato en la Inmaculada de Poferrada y licenciado en Periodismo e Historia, Ángel Ossorio, se une al grupo de escritores, artistas y personas relacionadas con la cultura que, durante dos meses, han estado comentado los cuadros de José Carralero que se exponen en el museo Marca de Cacabelos. Ossorio ha escogido el cuadro “Llega el silencio”, un óleo pintado sobre tabla en el año 1994 y que pertenece a la serie que el pintor cacabelense ha dedicado al Monasterio de Santa María de Carracedo entre los años 1991 y 1994.

Sobre la melancolía entre piedras y hormigas
Una mirada personal para sumergirse en “Llega el silencio”, de Carralero
Para explicar este cuadro tenemos que fusilar unos versos de Mario Benedetti. Bueno, seamos políticamente correctos: homenajear al gran Benedetti en el poema “A la izquierda del roble”, y donde él hablaba del Jardín Botánico de su Montevideo, nosotros decimos Monasterio de Carracedo. Quedaría así:

(…) No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Monasterio de Carracedo siempre ha tenido
una agradable propensión a los sueños
a que los insectos suban por las piernas
y la melancolía baje por los brazos
hasta que uno cierra los puños y la atrapa (…).

(…) No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero cuando la lluvia cae sobre el Monasterio
Aquí se quedan sólo los fantasmas.
Ustedes pueden irse.
Yo me quedo.

En estos versos está la conexión entre el cuadro y la memoria del convento, que es como lo llamamos los de Carracedo. Acostumbrábamos a ver al “pintor de Cacabelos” embadurnado de óleo y a pie de atril persiguiendo la luz que rebota de entre las piedras del convento. Por fuera y por dentro. Y luego mirábamos, haciéndonos los encontradizos, lo que había del otro lado de la tabla. No entendíamos ni la mitad, nos faltaba camino de vida, pero sí sentíamos que nos gustaba. No había nada matemático en la mezcla del color, pero era asequible. No sabíamos por qué.
En el caso que nos ocupa es el interior del claustro, cuando el guarda cerraba y se despedía. Como un niño travieso sumado al aparente despiste del artista, se hacía el loco y ¡zas!, ya estaba de nuevo en el interior del convento saltando los muros.

Allí competía durante esas horas inciertas del oscurecer del verano con los adolescentes que hacían sus másteres de verano en el amor recién descubierto. Había sitio para todos. Se enriquecían mutuamente. Él buscaba la luz esquiva. Ellos, las sombras crecientes.

A Pepe le gustaba saltar la valla, claro que sí. Sentirse un chaval, pero en vez de robar pavías, hurtar los últimos rayos de sol entre las ruinas.
La serie del Monasterio de Carracedo que nos ocupa fue pintada a lo largo de tres veranos, entre 1992 y 1994, y el Monasterio ya estaba restaurado como hoy lo vemos, aunque él lo haya pintado en numerosas ocasiones a lo largo de su trayectoria.

Entonces ya había perdido la hiedra que ocultaba la reja del refectorio y podíamos ver de nuevo el atlante que sujeta una estatua desaparecida. El Mirador de la Reina había dejado de ser el lugar exclusivo de las fotos de las novias de Carracedo para convertirse cada sábado en un pase de modelos de todos los rincones del Bierzo.

Sin embargo, Carralero logra en este cuadro recuperar el ambiente de esos mil años de historia, ciento cincuenta de ellos entre la ruina. Cualquiera que contemple el cuadro reconocerá un monasterio atemporal, con ese ambiente ensoñador de los paisajes con ruinas monumentales de Claudio de Lorena, el grande del XVII. Miramos los arcos y nos envolvemos en ellos, nos atrapan.
Nos alejamos un poco del cuadro. Cerramos los ojos unos segundos, los abrimos y nos inundamos de la luz ocre llena de mil matices diferentes. Falso inacabado, pintura en diferentes grosores, brochazos rápidos, certeros. Corre, corre, la luz se va. Más claro, más limpio, menos nitidez que llega la noche, luminosa y veraniega, pero noche al fin y al cabo…

Nos dejamos llevar por los ojos y éstos nos llevan al recuerdo de lo que allí vimos y sentimos. Si lo hacemos al revés, no entenderemos nada. Este monasterio será más real que la foto porque capta el momento cambiante de la última luz de la tarde. Desconfía del recuerdo, apóyate en el cuadro y déjate ganar por el instante vivido por el artista que, seguro, coincide con el tuyo. ¿Lo sientes? ¿No hueles la humedad que dejó la tormenta? ¿El amargor de la hierba mojada? Eso es lo que el ojo tuyo no ve, pero el de Carralero sí, y te lleva a revivir esos minutos enlatados en el lienzo. ¡Lástima que hoy nos echen antes de ese momento y que haya alarmas que impiden el salto del muro…!.

La serie del monasterio llevan títulos que conectan con nuestra memoria sensorial y con el poema de Benedetti: Sombra fantasmal, A danza das meigas, Metáfora, Osamenta, Ángelus, Vísperas, Sinfonía, Piedras… en la retrospectiva tenemos cuatro. Están fuera del contexto original de la serie, pero nos hacemos una idea. Son cuatro momentos diferentes de luz sobre los mismos sillares y cantos rodados. Sólo por el color ya son bellos, aunque no reconozcamos los arcos de ladrillo.

Cuando se enfrascó a fondo en el Monasterio de Carracedo hacía ya tres años que había traído a Cacabelos su curso de paisaje, una iniciativa que daba vida a toda la contorna con jóvenes promesas nacionales e internacionales. Era una fiesta ver a los artistas alrededor del convento, buscando la perspectiva favorita y escuchar, asustados y expectantes, el silencio del maestro a sus espaldas… (Por cierto, este año el curso ha sido reinventado y puesto al día por la también profesora de la Facultad de Bellas Artes de la Complutense Macarena Ruiz, coincidiendo con el Año Carralero. Esperemos que las instituciones sean sensibles y que ella se deje querer por nuestra tierra y se repita la iniciativa).

El monasterio nunca fue pintado (ni ha vuelto a serlo) con tanta profusión y variedad de enfoques como en la serie de Carralero. Es todo un experimento pictórico que, a los que vivimos tantos momentos en el monumento, al ver este “Llega el silencio”, no nos queda más que dejarnos llevar por esa hora incierta de la tarde y decir aquello de “aquí solo se quedan los fantasmas. Ustedes pueden irse, yo me quedo” en este cuadro.

Si miran bien, yo sigo ahí dentro desde entonces. Si se dejan querer, también quedarán atrapados en él.

Ángel Ossorio

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El Campus de Ponferrada acoge 105 trabajos del ‘Arte Crónico’ de la Nueva Crónica

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Con la muestra, que se puede visitar hasta el 25 de octubre, se conmemora el 25º aniversario del diario La Nueva Crónica

Con motivo de la celebración del décimo aniversario del diario leonés La Nueva Crónica, la sala de exposiciones del Campus de Ponferrada presenta la muestra ‘Arte Crónico’. Hoy se ha inaugurado con la presencia de sus responsables, de la vicerrectora del Campus, Pilar Marqués, del alcalde, Marco Morala, y miembros del equipo de gobierno.

En la exposición se presentan 105 trabajos de artistas de la provincia realizados con diferente técnicas como la fotografía, las instalaciones, o la escultura, utilizando como base el papel del propio diario.

El Alcalde de Ponferrada ha felicitado a la Nueva Crónica por su aniversario y ha destacado que la muestra, que habla por si sola, aúna arte y periodismo.

Arte Crónico se puede visitar hasta el próximo 25 de octubre en el horario de apertura del Campus.

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Antonio Pereira recupera sus gafas

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La Fundación Antonio Pereira informa que Antonio Pereira ha recuperado sus sus gafas. Así mismo el banco que soporta la escultura de Pereira incorpora ahora una reseña significativa del mismo con el siguiente texto: «…la amistad callada de los astros». Antonio Pereira.

inscripción en el banco de la escultura de Antonio Pereira
Escultura de Antonio Pereira en Villafranca del Bierzo
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El ponferradino Manuel Ángel Serantes gana el Certamen de Acuarela MonteLeón celebrado en Las Médulas

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El fallo del jurado del certamen y la entrega de los premios tuvo lugar en la Casa del Parque, en Carucedo
Manuel Ángel Serantes. Foto: Mario de la Torre

Coincidiendo con su 35º Aniversario y cumpliendo el compromiso del Patronato de promocionar actividades de carácter cultural, científico y educativo, la Fundación MonteLeón celebró su nuevo certamen artístico, un concurso de pintura rápida en la modalidad exclusiva de acuarela sobre papel que, con vocación de tener una larga trayectoria, se desarrollará en cada edición in situ en el paraje a plasmar.

Para esta primera edición, los pintores inscritos en el certamen plasmaron, desde las 9:00 hasta las 16:00 horas, la belleza del paraje natural de Las Médulas, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, habiendo contado con la inestimable colaboración de la Fundación Las Médulas.

Ganadores del concurso de acuarela MonteLeon celebrado en Las Médulas. Foto: Mario de la Torre

Tras una intensa deliberación del jurado, compuesto por el arquitecto y acuarelista José María de Acilu, el escultor Amancio González Andrés y la profesora de la Escuela de Arte de León Begoña Pérez Rivera, y actuando como Secretario de actas el Patrono de la Fundación José Álvarez Guerra, el fallo ha sido el siguiente:

-Primer premio, con una dotación de 1.500 €, para el ponferradino Manuel Ángel Serantes Morán.

-Segundo premio, con una dotación de 800 €, para la alemana Isabell Seidell.

-Tercer premio, con una dotación de 400 €, para la zamorana Mercedes Ballesteros López.
Además, por la calidad de los trabajos presentados, el jurado ha decidido por unanimidad hacer dos menciones:

-Primera mención para el vizcaíno Jon Idígoras Murguerza.

-Segunda mención para el coruñés Manuel Carballeira Rivas.

Los premios fueron entregados por el Alcalde de Carucedo, Alfonso Fernández Pacios y, por parte de la Fundación MonteLeón, el Vicepresidente, Ángel Valencia López y el Patrono Germán Manzano Llamazares.

Asimismo, Manuel Ángel Serantes, ganador del primer premio, asistirá al II Encuentro MonteLeón, a celebrar en el mes de octubre, en el que la Fundación entregará los premios de sus certámenes literarios tradicionales.

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