Arte
Carmen la Castelada una de las obras maestras tempranas de José Carralero
La Directora del Museo Arqueológico de Cacabelos, Silvia Blanco, es la encargada en esta ocasión de comentar una de las obras maestras tempranas del pintor José Carralero, quien como bien explicó en la inauguración de la muestra retrospectiva que le dedica el Marca durante todo el verano, sus primeros retratos los dedicó a personajes, amigos y familiares de su entorno, de Cacabelos. Silvia Blanco es además Profesora Tutora de Historia del Arte de la UNED en Ponferrada.
Realmente esta pintura de Carmen la Castelada es una obra maestra de su etapa más temprana. José Carralero desde muy pronto jugaba a ser artista, se sentía atrapado por los pinceles, los óleos, por una forma peculiar de mirar a través de la pintura… Se dejaba ver un muchacho inquieto, observador, con una necesidad de mimetizar lo cotidiano: desde una escena cualquiera, un bodegón, pero muy pronto se atrevería con los retratos.
Después de analizar este retrato. No cabe duda, nos encontramos con uno de los grandes retratistas del siglo XX. Tras recorrer los primeros metros de esta gran Retrospectiva en el Museo M.AR.CA. de Cacabelos. Nos sorprenden varios RETRATOS SUBLIMES tanto por incipiente destreza: su primer autorretrato con escasos dieciocho años, el retrato de su abuelo el Chusco y éste, de Carmen la Castelada.
Se trata de una mujer entrañable en el Cacabelos de la década de los 60. Una mujer rural, habitual de las típicas bodegas y conocida por gustarle demasiado el vino.
El joven Pepe, en 1963 se la encuentra en una de sus constantes idas y venidas por la calle Santa María y sin pensárselo dos veces, le dice: Carmen, espera, ¡quiero hacerte un retrato ¡.
Carmen, era una mujer simpática, se deja arrastrar por el énfasis de Carralero y en apenas unos minutos, nuestro aprendiz de pintor, hace uno de los retratos más entrañables. Pepe simula a los pintores impresionistas, con una tablilla a modo de ensayo, retrata al aire libre a Carmen. Es innegable que José Carralero, tenía una necesidad interior de pintar todo lo que tenía a su alrededor. Le resulta fácil comunicarse a través de una pincelada corta, rápida y vivaz; pero con una gran expresividad.
Lo que se presentaba como un mero trabajo de improvisación se convierte en un gran estudio psicológico de Carmen. Evidencia a una mujer avivada por los efluvios del alcohol. Detalla un rostro iluminado por el reflejo de una mujer bonachona, de ojos rasgados con una chispa especial. En realidad, es una pincelada certera que refleja una mujer viva, divertida y feliz.
Se trata de un retrato casual, pero con una enorme carga psicológica. Carmen aparece con actitud incluso burlesca. Parece posar para la ocasión, está tranquila y agradece el honor de ser retratada, con la mirada.
Es el retrato de un gran rostro con muchísima luz, tanto interior como exterior. Mentones marcados, colorados y una gran sonrisa deja entrever, la falta de alguno de sus dientes e incluso, parece caerle todavía vino tinto por la comisura de la boca.
Unos rasgos enmarcados con una gran pañoleta verde, que anuda ligeramente en el cuello. El fondo oscuro, son sombras ni pardas ni negras en su periferia, pero no es lo importante.
Al fin ya al cabo, el RETRATO es la visión particular de un individuo sobre otro. En este caso, del joven pintor sobre Carmen, conocida como la Castelada. Es una personal evocación; aquí, con un reflejo fiel de la realidad, que se le reconoce en su dimensión física, y dentro del campo subjetivo, en su dimensión psíquica, dentro de un espacio intemporal.
Silvia Blanco