Cultura

Fernando Guillén Cuervo protagoniza «El Diario de Adán y Eva»

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Con Hoy: El Diario de Adán y Eva de Mark Twain, Miguel Angel Solá y Blanca Oteyza consiguieron años atrás un éxito sin precedentes en el teatro español, superando el millón de espectadores. Fernando Guillén Cuervo y Ana Milán dan vida ahora a Felipe y Catalina, dos personajes convertidos en una referencia radiofónica en unos tiempos en que radio se escribía con mayúsculas. La función llega al Bergidum el próximo 21 de marzo (21 horas) en el programa de abono de invierno.

Dos estrellas de las ondas que cada noche transmitían desde su dial la pasión por contar historias. Hoy, Felipe vuelve a las ondas. Lo hace para contar cómo fue aquel mágico tiempo del que rehuye contar lo que ocurrió entre él y su Catalina. Entre la melancolía por un tiempo pasado que ya no volverá y la comicidad que desprende en la representación del Adán con peluquín, Fernando Guillén construye el que quizás sea el mejor personaje de su carrera. Ha conseguido una hondura en la construcción de este entrañable personaje que solo los grandes pueden conseguir.

En este montaje de Hoy: El Diario de Adán y Eva de Mark Twain, el anterior protagonista de la función, Miguel Ángel Solá, ejerce de director. Guillén Cuervo asegura que “no tenía sentido hacerla sin Solá, y le pedimos no solo los derechos, sino que nos dirigiera”. El actor argentino, que llevaba años rechazando ofertas de cesión de derechos, esta vez respondió afirmativamente. ¿Por qué? “Nos debió de ver algo especial, como que somos pareja y actores. O el cariño con el que tratamos el texto”, asegura Guillén Cuervo. “Era rizar la cuadratura del círculo”, reconoce Milán. “Si se me permite la herejía, pero si vas a retocar la Capilla Sixtina, como poco debes de llamar a Miguel Ángel para que te supervise”.

La función, en cualquier caso, vuelve a volar muy alto y consigue sacar la magia del teatro, la risa y la emoción del público en esta historia que transcurre en dos estudios de radio a los que separa una cincuentena de años, una diferente calidad de agobios y esperanzas y un único dilema, que, a veces, nos atrevemos a abordar como una única certeza: el amor.

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