Ciencia
Las teorías conspiranoicas sobre la Covid-19 no conocen la desescalada
Los esfuerzos que investigadores, virólogos, epidemiólogosy médicos de medio mundo están realizando para luchar contra la covid-19 se ven, a diario, criticados y menospreciados por grupos negacionistas contra las vacunas y por teorías conspiranoicas que ven sombras y manos negras con intenciones perversas de dominación del mundo a través microchips implantados en las futuras vacunas contra el coronavirus y activados a través de la tecnología 5G para móviles.
Es una realidad que pone en entredicho los avances científicos y médicos de los último 150 años que han permitido doblar la esperanza de vida de medio mundo y erradicar y controlar enfermedades como la polio, la viruela o tosferina, entre otras, que mataban todos los años a millones de personas.
Con la aparición del virus Sars-CoV2, causante de la Covid-19, esas teorías han hecho su agosto para difundir a nivel mundial los peores augurios apocalípticos para el futuro del planeta. La plataforma neoyorquina News Guard ha identificado 142 webs que han publicado información falsa o petencialmente peligrosa sobre el coronavirus en Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemanria.
Esas teorías han sido difundidas por todo tipo de personas, incluso médicos, artistas e influencers, con millones de seguidores en las redes sociales, como Miguel Bosé, que han desencadenado todo tipo de reacciones, a favor y en contra.
el permiso de la ciudadanía. Sólo pretendo informar sobre la situación anunciada hacia la cual, entre otras fechorías, se nos está conduciendo. YO DIGO NO A LA VACUNA, NO AL 5G, NO A LA ALIANZA ESPAÑA/BILL GATES. #YoSoyLaResistencia
— Miguel Bosé (@BoseOfficial) June 9, 2020
Desde el inicio de la pandemia, China estuvo en el centro de la diana de las teorías que hablaban de un microbio diseñado en un laboratorio de alta seguridad de Wuhan o de una enfermedad vinculada a los intereses de las compañías farmacéuticas. En esta pandemia, un examen atento revela el reciclado de bulos que achacaban el virus H1N1 a un plan maquiavélico de Donald Rumsfeld, exsecretario de Defensa y exdirector del laboratorio Gilead.
Las hay también que denuncian designios genocidas. El líder boliviano Evo Morales lo expresó al imputar a Estados Unidos y las multinacionales “una planificación para la reducción de la población innecesaria. ¿Y cuál es la población innecesaria? Los abuelos, las personas de la tercera edad”. En Europa del Este corren acusaciones con tufo antisemita contra el financista de origen judío George Soros, quien habría fabricado el patógeno con la intención de arruinar la economía china.
Las teorías están además inspiradas en las versiones infundadas que atribuían al 5G una acción cancerígena, soslayan que el coronavirus azota regiones en donde no existe esa tecnología y que Corea del Sur, donde más está implantada, es uno de los países que mejor ha controlado la infección. Igual caso omiso hacen de la OMS, la FDA y los especialistas en radiofrecuencias que insisten en que las radiofrecuencias no dañan la salud.
Los negacionistas reciclan, en muchos casos, temores incrustados en la opinión pública que salen a la superficie en circunstancias críticas. Así ocurrió durante la gripe H1N1 en 2009: “Tanto la gente en los países ricos como en los menos desarrollados desconfiaba de quienes describían como élites transnacionales, que podrían tomar decisiones acerca de los cuerpos y la salud de los ciudadanos de las naciones pobres basándose en sus intereses financieros”, observa en un artículo Shawn Smallman, experto en globalización de la Universidad de Portland.
Las teorías actuales añaden a esos temores aprensiones por el poder de China, la ingeniería genética, las radiaciones de todo tipo, las tecnologías de la comunicación… “En el confinamiento la desinformación se acelera y se intensifican en las redes sociales las teorías del complot”, comentó a la prensa francesa Rudy Reichstadt, el director del Observatorio del Conspiracionismo de París.
Un caso aparte lo constituyen quienes usan los bulos como propaganda. Donald Trump, cabeza de la primera potencia mundial, pasó de negar el peligro de la COVID-19 a acusar a China y la OMS de contubernio. Similar retórica empleó su archienemigo, el ayatolá Jamenei, al insinuar que el virus fue adaptado por Estados Unidos al perfil genético de los iraníes. En igual o mayor medida que los colectivos marginales que pululan en las redes, las palabras de estos y otros dirigentes han contribuido a legitimar el discurso conspiranoico en la agenda pública.
De cara a las futuras vacunas contra el SARS-CoV2, el número de reticentes a la inmunización aumentará. Y si este pasa del 10 al 20% de la población se verá comprometida la inmunidad de grupo.
A diferencia de lo ocurrido en las crisis sanitarias anteriores, se ha puesto en marcha un esfuerzo colectivo para achatar la curva de la desinformación. Lo acreditan los autores del estudio genético que confirmó que la estructura del patógeno no ha sido manipulada, los internautas que pugnan por persuadir a sus conocidos de la inverosimilitud de dichas teorías, y los periodistas y expertos de las plataformas consagradas a contrastar las informaciones que inundan la web.
Respecto de tales campañas, y a la vista de la rumorología generada, Jorge Lozano, catedrático de Teoría de la Información de la Universidad Complutense, considera urgente “una pedagogía que alerte de que, en la crisis, el vacío abierto por la inevitable incertidumbre siempre lo llenarán las noticias falsas y los rumores”.
FUENTE: SINC