Bierzo
Ponferrada renueva un año más su Voto de Villa con San Roque
En el año 1600 la Villa de Ponferrada hizo voto y juramento de guardar perpetuamente la Fiesta de San Roque en agradecimiento al Santo por su ayuda para ahuyentar la terrible Peste Negra que azotó la ciudad en 1576. Ahora, cada año, el Ayuntamiento renueva ese voto y pide además, prosperidad económica para el municipio.
Durante todo el siglo XVI la Villa de Ponferrada sufrió varios azotes de la tan temible Peste Negra. La más grave de las epidemias que azotaron a la ciudad llegó en 1576.
Ya en agosto del año anterior saltaría la alarma entre los regidores al comprobar que, “junto a esta villa, a seis leguas, mueren de peste”. Para prevenirla, se cierran las puertas, postigos y callejos, montando guardia los vecinos día y noche para que no entrara ninguna persona con síntomas de la enfermedad.
A pesar de ello, en julio de este 1576 la peste entra en Ponferrada. Se proveen las boticas con medicinas para los pobres y se dan dos ducados a dos barberos para que estén dispuestos a sangrar y atender a los apestados.
A partir de septiembre, como la peste era muy virulenta y contagiosa, el Ayuntamiento acuerda reunirse en la iglesia de Nuestra Señora de Vizbayo, en Otero.
Se opta por hacer rogativas con el fin de ahuyentar la enfermedad ya que nada humano la frenaba. Y, efectivamente, los ruegos a San Roque, patrono de este “negociado”, debieron dar fruto, porque el 12 de noviembre se corre ya un toro en la plaza de las Eras celebrando el fin de la plaga, que había acabado con casi toda la callle del Rañadero y “llevado la mitad del pueblo”.
En agradecimiento la Villa establece el voto de San Roque, que se confirmará el 11 de agosto de 1578. A partir de 1600 se le da formalidad municipal, jurada ante escribano: “La Villa de Ponferrada hace voto y juramento a Nuestro Señor Dios de guardar perpetuamente la Fiesta de San Roque”. En esto quizás tuvo que ver que en 1599 la peste volviera a causar gran mortandad en la ciudad.
La fiesta de San Roque, sin embargo, ya era muy importante en la ciudad en esos años, “había bailes, palanquetas, fiestas a caballo y toros (…) las funciones religiosas se realizaban en San Pedro, donde se encontraba el culto y cofradía del Santo”, cuenta Pilar Sáenz de Tejada en su “Ponferrada en el siglo XVII”.
La autora de este libro también dice que el voto de 1600 fue la confirmación y ampliación del de 1577, en el que se comprometían en el voto a “correr un toro”. En 1600 se amplía a tres y se da la circunstancia de que pasando los años el Ayuntamiento empezó a pedir al Obispo de Astorga la dispensa para que no se corrieran estos toros porque era un gasto muy grande (el principal de la fiesta), dejándose finalmente de correr y privilegiándose a la Encina con su fiesta taurina (dos fiestas tan caras y cercanas no lo debieron ver muy bien). Los toros bravos se corrían en la plaza de las Eras y venían de Cabrera… Los toros debían ser tan caros que en ocasiones se intentaban utilizar para otro año. En 1605 se curó de los garrotazos recibidos en San Roque a uno para que sirviera para San Juan del año siguiente. (Normalmente, de los tres toros dos eran para capea y uno para muerte).
Esta tradición llega hasta nuestros días. Y al finalizar la procesión se entregarán, como es tradición, las primeras uvas de la cosecha.